Todavía recuerdo cuando Jorge me propuso por primera vez participar en la prueba de Carretera. Lo que en un principio parecía una tomadura de pelo, se ha convertido en toda una tradición, donde medimos fuerzas con las flacas en su terreno y el pasado 13 de marzo, por 4º año consecutivo, acudimos a la multitudinaria Marcha Cicloturista Bilbao-Bilbao.
Hace un mes y medio, mientras preparaba la serie de artículos «Desmontando la Badaia Bike Marathon«, tuve una lesión bastante seria. Mi maltrecha espalda, con varias protusiones discales, me dio un grito de aviso, dejándome la mitad inferior del cuerpo totalmente insensible.
A base de unas duras sesiones de fisioterapia en Eskuekin, las manos mágicas de Gonzalo y su técnica de punción seca + EPI, me han devuelto parte de mi aparato motor, reduciendo la insensibilidad a un molesto hormigueo en rodillas y pies, lo que me permitió acudir a la cita bilbaína.
Para no tentar demasiado a la suerte, en mis viejas llantas Mavic, monté unas ruedas tipo «city», concretamente unas Panaracer Ribmo PT 26×2,00, una cubierta lisa, con una banda de rodadura muy estrecha y con un comportamiento tipo «moto» que da mucha seguridad sobre el asfalto.
Jorge sigue lesionado, por lo que no pudo acompañarnos en esta edición de la Marcha Cicloturista Bilbao-Bilbao, pero sí vinieron Urko y Josu, quien también montó las cubiertas Panaracer en su Giant Reign.
Después de unas semanas donde la nieve y la lluvia nos han castigado duramente, el domingo de la Cicloturista salió seco, lo que nos tranquilizó, ya que no habíamos tenido la oportunidad de probar las cubiertas adquiridas para la prueba y acostumbrados a los tacos, rodar con liso sobre mojado, nos tenía un tanto nerviosos.
A las 06:15am cargamos las bicis en el coche y después de perdernos varias veces en la entrada de Bilbao, a las 07:45 llegamos al Centro Comercial Zubiarte.
Después de hacer todos los trámites, pudimos tomar la salida de las 8:30, bastante más multitudinaria de lo habitual. De hecho, los organizadores lo comentaron por megafonía, habiendo sido las dos salidas anteriores más flojas que otros años.
No habíamos abandonado la calle Lehendakari Aguirre, cuando noté que mi cassette de piñones se movía. Paramos para ver qué pasaba y al soltar la rueda, se cayeron al suelo los primeros anillos de piñones!!
Recuerdo que esa fue una de las razones por las que sustituí las Mavic por las llantas Shimano XT. El cassette de piñones se solía aflojar, además de algún radio rebelde que solía pincharme la cámara.
Sin llave para poder apretarlos correctamente, hicimos un apaño y seguimos rodando con la cadena sobre el tercer piñón.
Pese a que la transmisión no me daba toda la potencia necesaria, conseguimos volar durante la primera parte. Cruzamos Deusto, Erandio, Getxo y Barrica a una media de 35km/h. Como siempre, el atasco llegó en Plentzia, donde nos salimos del pelotón y adelantamos algo por la pasarela peatonal.
Poco después vi una furgoneta de asistencia, así que paré a ver si me podían apretar el tembloroso cassette. El mecánico me pidió que soltara la rueda, pero estuvo un buen rato buscando en la furgoneta y no encontró la llave de piñones, así que tuvimos que volver a montar la rueda y seguir sin rematar la faena.
En las subidas de Butrón y Unbe, al no poder cambiar, bajamos bastante el pistón. Aún así, conseguimos llegar en menos de 2h y media al avituallamiento del Parque Tecnológico de Zamudio, situado en el kilómetro 60.
Allí también había un puesto de asistencia mecánica, pero además de estar a tope de gente, no tenía mucha esperanza de que me pudieran solucionar el problema, por lo que no quise perder más tiempo y seguimos la marcha.
Pese a la lesión, las sensaciones no eran malas, pero para aguantar el ritmo de las flacas con una mountain bike y sin poder meter los piñones más pequeños, tuve a rodar toda la marcha bastante más alto de lo recomendable, por lo que subiendo el Morga, pinché.
Sin mucho fuelle, me descolgué de mis compañeros y me concentré en un lento pero continuo penar, pedaleando sin mucha esperanza de éxito.
Cuando me adelantó el bus que recogía a los ciclistas retirados, estuve tentado de levantar la mano, pero por suerte entablé conversación con todo un veterano de la Cicloturista Bilbao-Bilbao.
Me contó que llevaba 18 años realizando la prueba y no solo se trata de la única marcha que realiza, sino que después de hacerla, suele colgar la bici hasta el próximo año. Me gustó una frase que me dijo y era algo así:
«vengo año tras año a la marcha cicloturista Bilbao-Bilbao, porque el día que no sea capaz de hacerla, significará que he entrado en la 3ª edad…y me resisto a que llegue ese momento»
Sinceramente la alegre charla, llena de sinceridad y anécdotas me ayudó a culminar el maldito puerto, donde me esperaban mis dos pacientes compañeros. Como agradecimiento y reconocimiento a este ciclista anónimo le he brindado 3 segundos de gloria en el video-resumen, concretamente entre el minuto 2:10 y el 2:13.
Después de cruzar Galdakao, Josu lo dio todo y puso en fila todo un pelotón de bicis de carretera. Viendo el tirón de mi compañero, rasqué algo de energía que me quedaba en la reserva, enganchándome al pelotón que me llevó un buen rato.
Pasando Aperribai, cerca de Begoña, un pequeño incidente por la falta de inexperiencia de Urko en esto de los pelotones, hizo que perdiese el tren y ya no tuve energías para alcanzarlo.
Apoyado por Urko conseguimos rebasar una larga hilera de cadáveres, los cuales iban pedaleando por pura inercia en el falso llano que hay hasta pasar el túnel de Begoña.
Un último esfuerzo me permitió llegar a la meta, haciendo un tiempo total de 5h 40 minutos, más de una hora por encima de lo previsto, ya que el año pasado y con las ruedas gordas, tardamos 4h 50m.
Este año he sufrido mucho, tanto a nivel físico como mental. Aún así, pude disfrutar de la prueba como no lo había hecho antes.
Además disfrutar del paisaje, en esta edición he tenido la ocasión de hablar con gente que te deja helado por su fuerza de voluntad, cómo un miembro del Club Ciclista Mirandés que pese a haber sufrido polio en una pierna, pedaleaba como una locomotora e irradiaba un humor y un buen rollo muy contagioso. Cada vez que coincidíamos soltaba la frase «Pedaleo incluso con el diablo», en referencia a los cuernos de nuestros cascos.
Me siento afortunado de haber participado en esta edición de la Marcha Cicloturista Bilbao-Bilbao, no solo por haberla terminado después de haber estado un mes parado y lesionado, sino por haber podido compartir momentos con gente tan grande y ejemplar.