Un Bulldog Francés podría compararse con una Harley Davidson; son ruidosos, baja velocidad punta, consumen mucho, se recalientan rápido y pese a todo ello, enamoran nada más verlos.
El pasado 8 de diciembre de 2019, día de la Inmaculada Concepción, nuestra Bulldog Francés Maxi-Max no pudo seguir luchando más y se tuvo que rendir, dejando en nuestras vidas un hueco terrible e imposible de llenar.
En todos los aspectos, su vida ha sido increíble y las lecciones que hemos aprendido con ella han sido importantes, por lo que hemos decidido honrar su memoria contando su historia.
Así llegó a nuestras vidas
La raza en concreto siempre nos había enamorado, pero acabábamos de meternos en una hipoteca, el trabajo era incierto y el precio de un Bulldog Francés rondaba los 1000€, algo inalcanzable para nosotros en aquel momento.
No hacía una semana que había salido de una complicada operación de menisco cuando recibí una llamada de mis padres: «Tenemos unos amigos que crían Bulldog Francés, han tenido unos problemas con el registro de los cachorros y os regalan uno».
Ese mismo fin de semana cogimos el coche, las muletas y nos acercamos hasta el pueblo de Cantabria donde estaban las camadas.
La pareja que se encargaba de la cría de los Bulldog Franceses, a finales de junio de 2007, tuvieron dos camadas casi consecutivas con la mala suerte de que una de las madres muriera a consecuencia de un vuelco de estómago.
Debido al caos producido por la situación, se despistaron y uno de los cachorros no lo inscribieron en el registro de pedigree y de esa manera, el 13 de octubre de 2007 nos volvimos a casa con una bolita negra con dos enormes orejotas.
El friki nombre
Mucha gente nos ha preguntado el origen del nombre de Max, sobre todo siendo hembra. La respuesta es fácil y con poco misterio; somos una pareja bastante friki de las series de ciencia ficción y por aquel entonces estábamos enganchados a «Dark Angel», una serie cuya protagonista se llamaba Max, así que no le dimos más vueltas y Max sería el nombre de nuestro «Ángel Negro».
Con el tiempo el nombre se amplio al de «Maximiliana Clementina», degenerando hasta nombres del tipo Pintxo, Chuni, Chuna, Piruna, Piruca, Pintxu-Pí, Maxi-Pú y finalmente Maxi-Max,…vamos, que sólo la llamábamos por su nombre cuando le dábamos una orden.
Y con ella llegó la revolución
Por aquel entonces vivíamos en un pequeño duplex de decoración moderna minimalista, bastante «cuqui», pero cuando entramos por la puerta con Maxi-Max y lo primero que hizo fue mearse en el hall…supimos que nuestra casa nunca volvería a ser la misma.
El síndrome ese de echar de menos la manada, Maxi-Max no lo tuvo. Enseguida bebió del cuenco que le habíamos preprado, devoró la comida del plato y se acomodó en la cuna que le habíamos situado en la cocina.
Esperábamos una noche algo movida, por el tema de lloros y demás, pero no habíamos terminado de cenar y ya nos estaba deleitando con sus sonoros ronquidos.
Una importante elección: El veterinario
Una importante elección a la hora de coger un perro es elegir la clínica veterinaria y los puntos que nosotros valoramos cuando estudiamos todas las opciones de Vitoria-Gasteiz fueron los siguientes:
- Fácil acceso y cercanía
- Facilidad de aparcamiento
- Instalaciones completas, incluidas urgencias y quirófano
- Experiencia
- Buen nombre
Después de mucho valorar, la elegida fue la familia de la Clínica Veterinaria Salburua, quienes nos acompañarían en los doce años y medio de aventura que ha supuesto la vida con Maxi-Max hasta el final.
En la clínica veterinaria le abrieron el historial a Max, la examinaron, le colocaron el chip, las vacunas correspondientes y a partir de ese momento, ya estaba lista para conocer a otros perrucos.
Aprendiendo a convivir con un Bulldog Francés
Quien no conozca la raza desconocerá que el Bulldog Francés es muchísimo más activo y juguetón de lo que pueda parecer y os recuerdo que por aquel entonces, yo todavía andaba con muletas, pero con Maxi-Max las pude dejar en muy poco tiempo.
Un cachorro que está aprendiendo debe salir bastantes veces a la calle, por lo que gracias a ella, lo que se veía como una rehabilitación larga y dura, se aceleró drásticamente, hasta el punto de solicitar el alta voluntaria.
En poco tiempo establecimos un vínculo muy fuerte, ya que se trata de una raza con un gran apego hacia los dueños y, reconozcámoslo, esas bolitas locuelas te roban el corazón.
Todo el día leyendo sobre cuidados del cachorro, la raza, educación, investigando y a base del típico ensayo-error fuimos avanzando en la dirección correcta.
En muy poco tiempo aprendió a utilizar los empapadores para hacer pis y en un par de semanas, ya no eran ni necesarios. Con 4 meses no hacía nada en casa. Eso sí, si bebía y comía había que sacarla, aunque ella misma ya te lo pedía.
¡Al colegio perruno!
Llevábamos poco tiempo viviendo en ese pueblo y no conocíamos a casi nadie pero oiga, no hay nada como echarse un perro gracioso para hacer un montón de amigos y amigas.
Entre esa gente que conocimos, se econtraban los miembros de la Asociación Canina Bustantxoak (sí, sé que es Buztantxoak, con z en lugar de s, pero el que registró el nombre no sabía euskera y así se quedó…jaja), quienes nos hablaron de lo que hacían y nos unimos a esa familia.
En ese periodo hicimos cantidad de cosas, entre ellas trabajar con varios adiestradores caninos, siendo la que hicimos con Iñaki Marquínez, del Centro de Adiestramiento Canino Txapeldun la que más nos gustó de todas.
Con Iñaki y sus adiestradores aprendimos a interactuar correctamente con los perros, entender sus necesidades y a saber manejarnos en difetentes situaciones. De hecho, fue tan exitosa la formación que llegamos a colaborar en algunas de sus muestras de adiestramiento canino.
Aprendiendo a viajar de nuevo
Como casi todo el mundo, nosotros solíamos viajar de hotel o casa rural, pero cuando Maxi-Max llegó a nuestra vida fuimos conscientes de lo complicado que era hacerlo con un perrete, por muy adorable que fuera.
Viendo las dificultades de entrañaba viajar con un perro y sin ninguna intención de dejarla en una residencia canina, vendimos nuestra Volkswagen T4 y compramos una autocaravana.
Sin mayor restricción que la propia normativa de circulación y gracias a esta nueva forma de viajar, la perrilla ha estado en Pirineos, Andorra, Noruega, Suiza, Escocia, Francia e Italia, lugares donde ha levantado pasiones y ha sido fotografiada por cientos de turistas japoneses.
Mientras escribo estas lineas me ha venido a la cabeza una divertida anécdota vivida cuando visitamos Pisa. Ibamos visitar la Toscana pero en previsión de altas temperaturas compramos un cochecito para perros, lo que nos permitía llevárnos a Maxi-Max con nosotros, sin dejarla con un calor extremo en la autocaravana y sin que tuviera que caminar por el ardiente suelo.
Subimos a la perrilla en el cochecito y con la mayor dignidad posible fuimos a pasear por la ciudad de la Torre Inclinada. Nos repetíamos una y otra vez que en Europa la gente está más concienciada con estas cosas, pero nos dimos cuenta de que no era así. La visita discurrió entre miradas de incredulidad por parte de los italianos y los flashes de los japoneses. Al menos los americanos nos entendían, algo que no sé hasta que punto es bueno.
Volvíamos a la autocaravana detrás de un enorme grupo de turistas japoneses, cuando al cochecito le empezó a chirriar una rueda. En cuanto se giró el primer «camara-adicto», nos vimos envueltos en una jauría de cámaras, flashes y gente diciendo «¡Ohhhhhhh!». Creo que si hubieramos pedido 10€ por foto, nos hubieramos forrado.
Esta escena, la de las fotos, no la del carrito, se volvió un constante en nuestros viajes con Max, sobre todo entre los japoneses. Siendo la más llamativa visitando los Alpes Suizos, cuando una turista japonesa nos pidió permiso para sacarse una foto con Max pero cuando le dejamos la correa para que saliera ella con nuestra estrella Holliwoodiense, se deshizo en «Arigato»-s.
El primer susto
Cualquier persona que decida compartir su vida con un Bulldog Francés, debe saber que es una raza bastante delicada, que requiere muchos cuidados y debe estar dispuesta a dárselos, tanto a nivel personal como económico.
Cuando adoptamos a Maxi-Max, al ser una perra de un pedigree bastante bueno pero no disponer del registro oficial, la llevamos a un concurso canino para un reconocimiento de raza y en caso de criar con ella, iniciar una linea de sangre, pero viendo los problemas que conlleva un parto en esta raza y que esta locuela nos había robado el corazón, decidimos no hacerle pasar por ese mal trago y pensamos en castrarla, evitando todos los inconvenientes del celo, que no eran pocos.
Habíamos cogido hora para operarla, pero la mañana del 17 de junio de 2011, vimos que le goteaba un liquido oscuro de la vulva y la perra estaba bastante rara. Fuimos rápidamente a la Clínica Veterinaria Salburua y resultó que una bacteria se le había instalado en el útero y le había ocasionado una Piometra o lo que es lo mismo, una tremenda infección que casi le ocasiona la muerte.
La vaciaron de urgencias y después de un delicado post operatorio, se recuperó.
Estrella de Youtube
Pasado el susto de la operación y conscientes de la fragilidad con la que la podíamos perder, comenzamos a generar bastantes documentos videográficos sobre ella, convirtiéndose en estrella indiscutible de los video-documentales de nuestra web Autocaravaneros Viajeros, al igual que de otros vídeos trending topic en Youtube: Bulldog Francés comiendo un Yogourt, Bulldog Francés VS Cangrejo, French Bulldog VS Ultra Paws Boots y Bebedero portatil para perros y gatos H2O to Go!
Paladar Blando y Narinas
Los Bulldogs Franceses tienen fama de perros de sofá, baguetes por naturaleza y con pocas ganas de hacer ejercicio, pero nada más lejos de la realidad. Son perros activos, explosivos, divertidos y a los que les gusta ir al monte a revolcarse como croquetas. El problema es que el que diseñó la raza sólo pensó en la parte estética, cosa muy de humanos, dejando a un lado las necesidades de un can. Las patas cortas y pequeñas tienen que soportar el gran peso del pecho y la cabeza, el morro chato impide su óptima respiración por lo que se ahoga más al hacer deporte, roncan como camioneros y eso obliga al corazón a funcionar más rápido y hacer más esfuerzo, lo que puede provocar problemas en el futuro. Y qué decir de la ausecia de cola, nos parecerá gracioso pero te das cuenta de que dificulta su comunicación con otros perros ya que es un elemento muy importante a la hora de socializar y comunicar su estado de ánimo e intenciones al estar con ellos. Pese a todos estos impedimentos, con Maxi-Max hemos realizado rutas bastante exigentes y ha hecho muchísimo deporte, por lo que siempre ha estado muy en forma, con una analítica perfecta, al igual que las pruebas de ecocardio que le hacíamos periodicamente en nuestra clínica veterinaria, pero de vez en cuando le daban unos «perrenquillos» raros al respirar ocasionados su morro chato.
Después de unas pruebas y barajar diferentes opciones, nuestra clínica veterinaria nos recomendó operarle del paladar blando y las narinas para mejorar su respiración, cosa bastante habitual en razas braquiocefálicas, es decir, de morro chato. Nos derivaron a la Clínica Veterinaria Indautxu, donde disponen de un laser y pueden operar con un mínimo inpacto en el animal.
No es lo mismo una operación tradicional, en la cual se corta, cose y cicatriza a una con láser en la cual, a la vez que se corta, el láser cauteriza, minimizando el sangrado, acelerenado el post operatorio y con ello el riesgo.
La operación por láser cuesta 4 veces más que la tradicional, pero ya os hemos dicho que con Maxi-Max no reparamos en gastos y allí que nos fuimos.
La operación duró alrededor de una hora y sin ninguna otra indicación, más que unos calmantes para unos pocos días, nos fuimos para casa.
Mientras cenábamos casi se nos saltan las lágrimas de alegría al ver como olisqueaba y flipaba con la cantidad de olores que era capaz de recibir después de la operación.
Por si os sirve de referencia, esta operación la realizamos el 14 de agosto de 2015 y tuvo un coste de 820,10€, sin contar las pruebas preoperatorias, que sumaron otros 60€ aproximadamente. También os digo que no ha habido dinero mejor gastado.
¿Qué es ese bultito?
Los perros en general y los Bulldog Franceses en particular, son propensos a los tumores y Maxi-Max, evidentemente, no iba a ser diferente.
Los años iban pasando y con ello la aparición de verruguillas, lunares, marquitas…pero en la parte baja de la oreja derecha le salió un bultito sospechoso, resultando ser un tumor.
Le hicieron pruebas y al ver celulas no deseadas, hubo que operarla con todo lo que ello conlleva: extirpación del nódulo más una zona de seguridad de 3cm alrededor.
A la pobre pitxurrina tuvieron que quitarle 1/3 de su orejita para evitar que las células malignas se extendieran por el cuerpo.
Por suerte, Marisol Cuenca, nuestra veterinaria, es experta en operaciones de orejas y supo hacerle el corte de manera que, una vez quitados los puntos y cicatrizado le quedó bastante «apañado» el remiendo.
Y llegó Olivia
La vida media de un Bulldog Francés ronda los 9 – 10 años y Maxi-Max ya se estaba acercando a la decena.
La perrita juergas de antaño ya no se movía del sofá, no le apetecía dar largos paseos y los viajes en autocaravana no le hacían tanta gracia, por lo que cuando vimos el historial de Olivia en la página de Facebook de la asociación protectora de animales Apasos, la decidimos adoptar y así irnos preparando para el día en el que Max nos dejara.
Antes de adoptar a «Oli», estuvimos acudiendo a la perrera para pasear con ella, conocerla, que nos conociera y tambien, presentarle a Max. No la adoptamos hasta que no nos aseguramos de que no había ningún problema serio entre ambas perrillas.
Pese a todas las pruebas de campo, la convivencia entre Max y Olivia, en un principio no fue fácil. Pensad que Olivia venía de una vida dura y llena de traumas, mientras que Maxi-Max había vivido como una reina colmada de todas las atenciones y con todas sus necesidades cubiertas.
Olivia tenía un marcado lenguaje canino, mientras que Max andaba bastante despistada, pero con algo de trabajo, mucha atención y sobre todo grandes dosis de paciencia, la relación entre ambas perras digamos que llegó a ser…tolerable. Nunca interactuaron mucho, la diferencia de edad tampoco ayudó, pero cada una encontró su espacio.
Pese a la faena que le hicimos a la pobre Maxi, le vino bastante bien ya que la espabiló bastante y la sacó del letargo en el que había caído. A Oli le benefició su presencia dándole la seguridad que necesitaba y un ejemplo a seguir.
Más vídeos de Youtube
Maxi-Max y Guoli-Guoli (degeneración del nombre de Olivia) eran realmente felices en el monte. Cuando íbamos a Opakua, las perras explotaban de alegría y fue allí donde iniciamos la serie de vídeos: Adiestramiento para Dummies:
¡Maxi-Max, se nos muere!
Maxi-Max llevaba un tiempo haciendo cosas algo raras, como por ejemplo quedarse mirando el horno o la pared durante largo tiempo, además de andar despistadilla y tener unos temblores en las patas traseras.
En un principio lo achacamos a que andaba ya viejita, pero después de leer sobre los síntomas, acudimos rápidamente a la Clínica Veterinaria Salburua.
Le hicieron una serie de pruebas, todas perfectas, por lo que intuyeron que podía ser algo cerebral así que nos derivaron IMVA, el Instituto Medico Veterinario de álava, donde tienen una máquina de resonancia magnética.
El 21 de febrero de 2018, durmieron a Maxi-Max y después de hacerle la resonancia (525€), nos dieron el fatídico diagnóstico: «vuestra perra tiene un tumor cerebral en la hipófisis, ¿la despertamos o no?»
No sé si podéis llegar a imaginar el shock que recibimos en ese momento. Evidentemente le dijimos que la despertara inmediatamente y barajamos todas las posibilidades que teníamos para tratar el tema.
Después de contrastarlo con clínicas veterinarias especialistas en tumores cerebrales y al no existir la posibilidad de operar, las opciones que nos dieron fueron tres:
- Radioterapia
- Quimioterapia
- Paliativo (corticoides)