Han sido varios años los que hemos intentado acudir a la famosa prueba BTT celebrada en el Valle de Trápaga, pero por problemas de agenda nos ha sido imposible. Finalmente, después de mucho ajustar, el pasado 7 de mayo, por fin pudimos acudir a la 5ª edición de Pedales de Hierro.
Hacía tiempo que no acudía a una prueba nueva, por lo que volví a sentir ese “Kurru-Kurru” en el estómago que ya tenía olvidado, así que pasé los días previos revisando tracks, viendo videos y leyendo crónicas de las ediciones anteriores, pero nada me preparó para lo que viviría realmente en la Pedales de Hierro.
Tras un buen madrugón, llegué al parking de Trápaga a las 7:30, por lo que pude aparcar sin problemas y recoger el dorsal sin hacer mucha cola, algo que lamentaría la gente que decidió apurar un poco más la hora de llegada.
Preparando la bici pude saludar a muchos conocidos, cómo Vicen, amigo y compañero de mil aventuras o a “los gallos” Joseba Sousa e Iker Vicario.
A las 9:00 en punto y con un ambientazo impresionante, se dio el pistoletazo de salida, lanzándonos a una escalada sin piedad. Intercalando carretera, palas de hormigón y pista de monte llegamos al avituallamiento apostado en el kilómetro 11, situado cerca del merendero del Pirulí.
Este primer tramo fue bastante pestosillo, ya que entre la aglomeración de gente, la frondosa vegetación, árboles y tener que ir mirando al suelo para no romperme la crisma, no me permitió disfrutar de las vistas que supuestamente ofrece esa subida, pero el regalo que vino después lo compensó todo con creces.
Un descenso con una postal aérea del gran Bilbao como escenario de fondo, nos hizo olvidar el mal trago de la terrible subida.
A través de una serie de sube-bajas llegamos al Centro de Interpretación Peñas Negras, donde ciclamos a través de los pozos y saltos de agua utilizados antaño para la extracción de mineral.
Sobre el kilómetro 20, noté que el pie me bailaba excesivamente y después de pararme a comprobar que pasaba, vi que la cala izquierda estaba a punto de perder uno de los tornillos.
Después de apretarla bien me puse de nuevo en marcha, saltándome el avituallamiento apostado en el km22, ya que iba bien surtido y el parón por lo de la cala había sido suficiente para tomar aire.
En el kilómetro 33 nos obsequiaron con un avituallamiento de lujo: fruta, pastelitos, panceta…ummm!!!, lo que nos dio fuerzas para enfrentarnos a lo que nos quedaba por delante.
Además de alguna pala desagradable e inesperada, vendrían los descensos más “interesantes”, donde pondrían a prueba nuestra capacidad sobre la BTT. SingleTracks, raíces y saltos hicieron las delicias de los participantes.
Después de esa liberación de adrenalina, vendría un tramo un tanto “raro”. Pisteamos unos kilómetros por una zona muy poco marcada, lo que creo cierta incertidumbre entre los que nos íbamos “arrejuntando”.
Es cierto que el propio camino te lleva, pero cuando no ves marcas en un periodo de tiempo, empiezas a pensar que quizás has podido saltarte algún cruce, ya que todos sabemos que en una prueba BTT, no siempre el camino lógico es el correcto.
Por fin, con la llegada del último de los avituallamientos se acabó el desasosiego y después de volver a remontar el Pirulí, vinieron los famosos y tan esperados descensos característicos de la Pedales de Hierro.
Bastante caliente y con ganas de “guerra”, me lancé a fuego a por el primero, con tan mala suerte que en un culetazo partí el sillín. No me lo podía creer; quedaban cerca de 14 kilómetros para terminar la prueba ¡y yo sin sillín!
El tramo que nos quedaba por delante era una consecución de descensos bastante complejos, por lo que daban la opción de esquivarlos y realizarlos por pista, pero todavía no ha habido prueba ni situación en la que un Hellbiker se vea obligado a no realizar la prueba 100% por el recorrido oficial.
Para evitar ser ultrajado de manera indeseada, encajé el sillín como pude y me lancé a la aventura. De hecho hubo un par de tramos en los que vi peligrar mi integridad física y los afronté andando.
Finalmente, pedaleando de pie, crucé el arco de llegada con un tiempo bastante superior al que había previsto, 4h 54m.
Al ser la primera prueba BTT de un año en el que he realizado prácticamente toda la pretemporada Indoor, he sufrido bastante, pero he podido comprobar por qué Pedales de Hierro tiene tanto éxito.
Básicamente es una terrible escalada en tirabuzón para poder disfrutar de unas vistas y un paraje sin igual, con unos descensos increíbles como colofón final, convierten ésta en una prueba obligatoria para cualquier biker que se precie, garantizando la perpetuidad de su éxito.