Después de publicar en Iberobike Magazín, me gusta hacer un artículo más personal sobre las pruebas que realizo, así que en estas líneas os cuento como vivimos esta 5ª edición de la EBC4.0
Cuando asistimos como corredores de Iberobike Magazín, el objetivo, además de sobrevivir, es poder realizar un artículo sobre cómo se vive la prueba desde dentro, realizar fotos, video y en la medida de lo posible ir hablando con diversas personas que participan en la prueba de una u otra manera, para poder obtener una visión general de la misma.
El viernes 10 de junio pasamos a recoger los dorsales y de paso charlamos con los chavales de la organización sobre el variante tiempo, el éxito tan creciente de la EBC4.0, el acierto de haber creado una versión más asequible, la EBC2.5 y de las anécdotas vividas en las tres ediciones anteriores en las que hemos tomado parte (EBC2013, EBC2014, EBC2015)
La Euskadi Extrem de la semana anterior me había pasado factura y tenía las piernas y pies bastante dormidos, con una sensación muy desagradable de hormigueo y falta de sensibilidad. Con una actitud bastante pesimista, le dejé a Josu un juego de las llaves de la autocaravana y le dije, palabras textuales: “yo te acompañaré hasta donde pueda, por lo que cuando me retire, tu sigue y te espero en meta”.
Para Josu era su primera Eusko Bike Challenge, así que estaba bastante nervioso, ya que llevo desde enero dándole la matraca con la dureza y exigencia del reto al que se iba a enfrentar y más pensando en que posiblemente la tuviera que terminar solo, pero es mejor ir preparado para lo peor y no llevarse una sorpresa después.
Con pocas horas de sueño, llegamos a Santa Cruz de Campezo sobre las 6:30am y pude dar un saludo a David Román (DurangoMTB), antiguo compañero de instituto y autobús durante los años de facultad.
En la línea de salida fue muy bonito ver los nervios que mostraban quienes se enfrentaban por primera vez a la Eusko Bike Challenge, saludos de viejos conocidos y el repertorio de rituales supersticiosos que solemos realizar tratando de buscar algo de ayuda en lo místico.
A las 7:00am los «clacks» del encalar de los 500 bikers rasgaron el silencio de esa mañana de junio, dando comienzo a lo que iba a ser una auténtica jornada Non Stop.
Durante la escalada del despiadado Ioar, pudimos comprobar que efectivamente, los rumores sobre que habían echado grava en las zonas más rotas del camino, eran ciertos. Esto facilito enormemente este tramo, robando casi 20 minutos al tiempo previsto.
En la subida pude saludar a mi tocayo, Raúl, de “los incombustibles”, como me gusta llamar a la cuadrilla de Café los Ángeles, quien ha escrito para Pedales y Zapatillas el artículo: “Cómo sustituir el casquillo del amortiguador por un rodamiento de agujas”. Está preparando otro muy bueno e interesante, que en cuanto lo tenga listo, se lo publico 😉
No voy a entrar en los detalles de la prueba ya que lo pudisteis leer en el artículo “Crónica de la Eusko Bike Challenge 2016” de Iberobike, pero si deciros que el terreno estuvo espectacular y el tiempo…ni a la carta hubiésemos logrado un día tan favorable para enfrentarnos a la EBC4.0 .
No llovió, no hizo ni frío ni calor, sopló una fina brisa que nos ayudó a mantener fresco el “radiador”, evitando recalentamientos y la mayor sorpresa fue, cuando salió el sol al llegar a Santa Teodosia, una zona donde siempre pasamos algo de frío.
El medidor de esta prueba, al ser zona cerrada donde se crea un ambiente bastante agobiante, es la del bosque que va de Antoñana a San Román, pero este año lo cruzamos casi sin enterarnos.
Durante el recorrido hicimos grupeta con Jose Manuel (MA) de los omnipresentes PEB y con Sergio, un seguidor del blog, que venía desde Pamplona. Durante algunos tramos también se unió a esta improvisada comparsa un ciclista Vitoriano del “Pixkanaka”.
Yo era el único que tenía experiencia en la EBC4.0, así que hice un poco de «padre» y me encargué de regular el ritmo para que los 4 pudiésemos llegar a meta sin ningún percance.
Pese al ritmo sosegado llegamos con dos horas de adelanto a Urturi, donde nos regalaron un avituallamiento de lujo. Ante el fracaso de la ensalada de pasta de otros años, en esta edición nos deleitaron con empanadas y hojaldres variados, los cuales nos supieron a gloria. Un gran acierto!!
A Santa Teodosia también llegamos con más de dos horas y media respecto al tiempo de corte, por lo que hubo tiempo de que el servicio técnico, de la mano de Vibike, pudiera reparar el maltrecho cambio de la “reina” de Josu (Giant Reign).
Fijaros lo holgado y cómodos que íbamos que la pala que se levanta frente a la Ermita la afrontamos montados, a golpe de zig-zag, pero montados, cuando normalmente solemos hacerla andando y agotados.
Poco antes del inicio del cresterío pregunté a un participante que estaba mirando al vacío a ver si se encontraba bien, pero me dijo que no podía más y que se retiraba. Le di un gel y le animé a que caminara un poco, ya que en breve venía el llano y la bajada, por lo que le iba a costar casi lo mismo volverse por la pista que terminarla por el track oficial, con la diferencia de que sería finisher de la EBC4.0. Al final no sé qué es lo que hizo, pero sí que tengo bastante curiosidad, así que si lee estas líneas, agradecería que me informara sobre su decisión final 17:15 aprox. Sta. Teodosia).
Con ese ritmo bananero y un buen rollo, los cuatro jinetes del Apocalipsis cruzamos la línea de meta a las 19:35, o lo que es lo mismo, 12h 35m después de haber iniciado esta aventura. Lo hicimos tan sumamente cómodos, que parece que llevo tres años hablando de la dureza de la prueba y llorando sin motivos… jajaja.
Pude parecer excesivamente precavido y conservador, pero al ir con 3 personas, no solamente nuevas en el reto de la Eusko bike Challenge, sino en las marchas de larga distancia, preferí insistir en un ritmo más sosegado, asegurando que todos pudiéramos cruzar la línea de meta, ya que el Infierno Marojo puede ser muy cruel con los biker confiados.
La puñetera lesión de espalda, me produce el acto reflejo de levantar los dedos gordos de los pies al pedalear, así que cuando me quité las botas vi el desastre; los calcetines agujereados, con un buen cerco de sangre y las uñas de los dedos gordos machacadas, pero bueno…nada que algo de antibiótico y paciencia no puedan arreglar.
La mayoría de los participantes tuvieron una actitud ejemplar, pero si debo echar una regañina a todo aquel participante que decidió tirar ese envoltorio, cámara y demás desperdicios por el Parque Natural de Izki. Conseguir permisos para una prueba por cualquier sitio es bastante complicado, así que imaginaros lo que puede ser pelear para conseguir los de un Parque Natural. Menos mal que la organización se encarga año tras año de dejar el monte limpio, pero ese no es el caso.