Después de haber trasladado la Euskadi Extrem, tradicionalmente celebrada en septiembre, a junio, la segunda parte del calendario de marchas BTT se nos había quedado un poco coja en cuanto a pruebas tipo Bike Marathon se refiere, pero el nacimiento de la Tierra Estella Epic ha llenado con creces ese hueco.
Con la agenda a rebosar, no pudimos ir a testar y hacer un artículo del tipo “desmontando” del recorrido, pero con la información que han ido dando desde los medios oficiales, nos habíamos hecho una idea sobre lo que nos íbamos a encontrar, pero he de reconocer que el trazado al que nos enfrentamos nos sorprendió mucho.
El día 8 de octubre madrugamos un poco para poder recoger con tiempo los dorsales, que se entregaban en el Camping Iratxe, a 2 km cuesta abajo de Ayegui, localidad donde daría comienzo la aventura de la Tierra Estella Epic.
El día salió bastante raso y nos reíamos por el castañeteo de dientes que teníamos mientras íbamos a por los dorsales. Sabíamos que más adelante calentaría el sol, pero cuando uno tiene una edad, eso de pasar frío no lo lleva bien, así que nos ataviamos con todo lo que habíamos traído.
En Ayegui, además de un montón de clubs que no conocía, encontré a los habituales de siempre: Pro Evasion Bike, Vibike y también amigos cómo Sergio Blanco, Oscar Landeta o Israel Idiakaez. Hasta ahí todo normal, pero me empecé a preocupar cuando vi una buena representación de los chicos del Goierri Kirol Elkartea, responsables de la Urola-Garaia, ya que estos zumbados acuden masivamente a las citas más duras cual moscas a la luz.
Después de ver a tanto machaca y temiéndome lo peor, decidí quitar algo de presión a las Maxxis Ardent Race de la Occam, algo que agradecí más adelante.
9:00 en punto y todos a la carrera. Algunos apretando desde el primer momento, se iban haciendo sitio entre los 345 bikers que habíamos apostado por la versión larga de la Tierra Estella Epic. Nosotros, perros y viejos, decidimos mantener el ritmo constante y conservador de un diesel, ya que si hay algo que he aprendido por las malas es a no poner toda la carne en el asador desde el principio.
Los primeros kilómetros pasaron volando. A través de pistas y cómodos senderos, la velocidad media general fue bastante alta.
Fue después del primer a vituallamiento donde la cosa se comenzó a poner seria. Unos descensos brutales por panzas de roca y recepción en senderos estrechos pusieron a prueba la poca técnica que he ido adquiriendo con el tiempo, pero puedo decir con orgullo que todos los hice montado (quién me conoce y sabe lo cagado que soy, sabrá apreciar este detalle).
Las palas de subida más exigentes las encaré andando, ya que desde hace unas semanas la lesión de espalda que me tiene negro desde enero, ha hecho un serio receso en su mejoría y no quise arriesgar. Al menos el carro de ibuprofenos y la pomada mágica que pone a la señora mayor de la tele a bailar me estaban haciendo efecto.
Los kilómetros iban pasando y la fatiga apareciendo, convirtiendo el ritmo alegre del principio en un lento penar.
Las cuestas cada vez costaban más y los senderos serpenteantes ya no eran tan disfrutones, debido a la merma de los reflejos. Además las buenas sensaciones se habían visto empañadas por una desagradable sensación de «pedalear esponjoso”, producto de la puñetera lesión.
Justo después de la paliza que supuso la cuesta de Aramendia nos alcanzó Oscar Landeta y pensé: “joder, si nos ha pillado este…sí que vamos mal…” jajaja (un abrazo grande, Oscar).
Bromas aparte, Oscar nos cogió en mi peor momento, ya que no era capaz de atinar bien ni en los senderos, todo producto de un exceso de confianza, frustración por la espalda y porque para que engañarnos, estamos en octubre, llevamos rodando a fuego desde enero y el cuerpo lo acusa.
Por suerte para mi, Oscar, además de un profesional de la psicología, es un deportista como la copa de un pino, así que siendo consciente de mi mal estado, me hicieron un sándwich entre él y Josu, de manera que me tenían vigilado y evitaban perderme por alguna acequia.
La charleta que me dieron hizo su efecto y después de estirar y comerme varios kilos de palmeritas de chocolate en el último de los avituallamientos, pude seguir con algo más de dignidad.
Un bonito detalle por parte de mis compañeros el esperarme a pocos metros de la línea de llegada, apostada en el Camping Iratxe, para entrar todos juntos con un tiempo de 7h 31m.
Mi opinión sobre la Tierra Estella Epic es que se trata de una primera edición de una prueba pero con una calidad, eficacia y categoría inusuales en este tipo de eventos. Se ve que los responsables de la prueba saben lo que hacen y no son nuevos en este mundillo.
Advertir que los casi 90km y 2450m D+ no son ninguna broma, ya que cerca de 65km discurren por revirados, escarpados y vertiginosos senderos, lo cual complica la cosa bastante. El resto del trazado también es muy bonito, ya que recorre 21 localidades con auténticas joyas del románico, todo rodeado por un paraje natural que sorprende.
Sobre el marcaje, los avituallamientos y la asistencia solo se me ocurre una palabra: perfección. Personas voluntarias en todas las zonas comprometidas garantizaron que nadie sufriese ningún percance desagradable y en caso de sufrirlo, la asistencia fue inmediata y efectiva.
No quisiera finalizar el artículo sin felicitar a la organización por su buen hacer, a todas las personas voluntarias que nos regalaron su tiempo y a los participantes, ya que hacía tiempo que no veía un trazado con tan poca basura y con un comportamiento tan ejemplar por parte de todo biker.
El próximo año, si no acabo antes en el quirófano, os puedo asegurar que los Hellbiker estaremos en la 2ª edición de la gran aventura que es la Tierra Estella Epic!!