Un año más, la temporada de marchas BTT de Álava va llegando a su fin y cómo casi todos los años, la damos por cerrada con la clásica de San Román de Campezo.
Ya han pasado 4 años de aquella primera y desafortunada vez que me acerqué a las 7:30am a San Román y me quedé sin inscripción, ya que no había límite de inscripciones por persona y el que estaba 5 puestos delante mío, inscribió a todo el club, dejándonos a un montón de gente fuera.
Gracias a aquel desafortunado incidente, las cosas mejoraron, limitando a dos el número de inscripciones por persona. De todas maneras, gracias a la proliferación de plataformas de inscripción online y al tremendo éxito de esta marcha, no queda la posibilidad de inscribirse en el día, ya que las 400 plazas se suelen cubrir en menos de una semana.
Volviendo al presente y después de haber fallado en la edición 2014 por problemas de agenda, pese a tener la inscripción realizada, el pasado 25 de octubre acudimos a la 23ª edición de la marcha que recorre el precioso Parque Natural de Izki.
Jorge todavía no se ha recuperado de la lesión, por lo que no pudo acudir, pero si nos juntamos 2/3 del equipo que formamos Pedales y Zapatillas: Josu, David y un servidor.
A la grupeta se nos unieron dos ciclistas de Logroño, Gregorio Pérez y Robert Jimenez, amigos de David y ahora también nuestros.
En la línea de salida, además de los habituales de estas movidillas (PEB, Cabras Cojas, …), me hizo mucha ilusión volver a coincidir con los chicos del Club Ciclista Goierri K.E., encargados de organizar la Maratón BTT Urola-Garaia, una prueba tan dura cómo recomendable.
A las 9:25, 5 minutos antes de lo esperado, echaron el cohete que dio inicio a la marcha. Normalmente nos solemos colocar los últimos, pero este año nos situamos bastante casi bajo el arco, algo que no me hace demasiada gracia, ya que te obliga a ir muy deprisa, para no obstaculizar al resto de participantes.
Un ritmo frenético y adelantamientos imposibles fueron la tónica durante los primeros kilómetros. Tal era la presión, que no podía ni girarme a mirar para ver a qué distancia estaba el resto de la grupetilla.
Cuando se estiró un poco el pelotón inicial, pude bajar algo el ritmo, juntándome rápidamente con Josu, aunque del resto no sabíamos nada.
Sin forzar demasiado seguimos por las parcelarias de Izki hasta que una puñetera abeja me picó en la mano, atravesando el guante. No sé si huelo a flores o qué narices pasa, pero ya me han picado un montón de veces, la diferencia es que esta vez me dolió mucho más de lo habitual, haciéndome difícil incluso agarrar el manillar.
Pasada la mala leche y algo más recompuesto, pero dolorido, seguimos rodando hasta llegar al primero de los avituallamientos, donde nos cogieron David y Robert. De Gregorio no sabíamos nada, aunque ya me avisaron que se suele tomar las cosas con calma.
Sin mayores incidencias, llegamos al kilómetro 23, punto donde se separaban la marcha corta de la larga.
El recorrido de la primera parte es muy bonito, pero lo que viene después…es espectacular.
Un duro y estrecho sendero, donde tuvimos que echar pie al suelo en más de una ocasión, nos llevó hasta la Muela, el enorme peñasco que se asoma desafiante sobre el Parque de Izki.
Aprovechamos para recomponer a la grupeta y disfrutar de la impresionante vista que ofrece la posición donde nos encontrábamos.
A Gregorio ya lo dimos por perdido, así que nos lanzamos a por el divertido pero arriesgado descenso que termina en el Parking de Corres.
Se trata de un sendero estrecho, vertical y bastante resbaladizo, donde una densa arboleda no permite que el sol llegue a secar del todo el suelo. De hecho, el año pasado un compañero del CDC Virgen de Aiala-Dulantzi, Ani, tuvo una caída bastante aparatosa y acabó con una lesión importante.
Al tener que bajar haciendo zig-zag entre árboles, esquivando piedras, escalones, roderas y sin poder frenar, Josu acabó pegando con el manillar en un árbol y salió «por orejas». Menos mal que es un tío muy duro y no se quejó demasiado…jajaja.
Evidentemente yo no lo vi, ya que yo los agarré de nuevo en el avituallamiento que había situado en el parking de Corres. Una pena…porque si hay algo que me dé más rabia que una caída…es no grabarla…jejejeje.
Nuevamente avituallados y reorganizados seguimos con la ruta. Una dura subida, con regalo final nos llevó hasta Korres, donde un tercer avituallamiento nos esperaba.
Cuando les expliqué que el descenso final, en la Eusko Bike Challenge lo hacemos de subida, les dio una idea de la dureza que entraña esa mítica prueba.
Desde el cementerio de Korres, disfrutamos de uno de los senderos más bonitos que se puede hacer por Izki, el del «Alto del Moro». Un par de kilómetros de subida nos regalaron un zigzagueante descenso hasta el paso de piedras.
Hace dos años, al llegar a ese mismo paso, nos bajamos de la bici y lo pasamos andando. Este año, lo hemos superado montados.
Son estos pequeños detalles los que te dan una referencia de lo que has avanzado o mejorado en la bici.
Al igual que el tramo anterior es de los más bonitos que se pueden hacer en bici, los 4 kilómetros siguientes son lo más asqueroso que te puedes encontrar. Se trata de una de las subidas que más odio en este mundo y va desde el kilómetro 43 hasta el 47, donde vuelves a salir a la carretera que te deja a las puertas del final.
Esa subida terminó de dar la puntilla a Robert, el cual ya venía bastante tocado desde Korres, además una caída que había sufrido en una zona de barro, tampoco le ayudó demasiado.
Con un tiempo de 4h 30m cubrimos los casi 50km y 1400m D+ de esta exigente marcha popular.
Veréis que nos la tomamos con bastante calma, pero al ser la última de la temporada, mereció la pena hacerla con la grupetilla, disfrutando del día y la compañía.
En la llegada, después de coger la toalla conmemorativa de la prueba, nos pusimos cómo el quico, con un pedazo de bocata, fruta, pastelitos, refrescos y todo lo que nos pudimos meter para el buche.
Una de las cosas que más impresiona de esta prueba, además del espectacular recorrido, es lo volcada que está toda la gente de la localidad. Un auténtico ejército de voluntarios y voluntarias cubren los cruces y zonas complicadas del recorrido, al igual que los bien surtidos y mejor colocados puntos de avituallamiento.
Felicitar también por el marcaje del recorrido. No solo porque no hubo un solo cruce o paso sin marcar, sino por haber utilizado papel fosforito, facilitando el posterior reciclaje y minimizando el impacto en el medio ambiente.