Hace algo más de un año me dieron el primer diagnóstico y ahora, una segunda opinión lo ha confirmado: Esclerosis Múltiple.
¿Qué es eso de la Esclerosis Múltiple?
Se trata de una enfermedad degenerativa y crónica del Sistema Nervioso Central, siendo una de las más comunes entre adultos jóvenes (20-40 años).
De origen autoinmune, afecta al cerebro y la médula espinal, concretamente atacando a la mielina, sustancia que envuelve las fibras nerviosas o neuronas.
El nombre de Esclerosis viene de las cicatrices que se producen a consecuencia de dicho deterioro.
El diagnóstico
La Esclerosis Múltiple no tiene unos síntomas en concreto, sino que es una conclusión a la que se llega tras analizar el historial del paciente:
- Problemas de equilibrio y coordinación.
- Trastornos visuales.
- Deterioro del habla.
- Fatiga.
- Elasticidad.
- Dolor muscular.
- Hormigueo.
En mi caso, les ha costado bastante detectarla ya que mi historial de lesiones deportivas justificaba bastantes de los síntomas:
- 2012: parálisis facial. Justificada por un frío, cogido al entrenar una mañana de helada.
- 2013: Trastorno visual del ojo izquierdo. Justificada como un residuo de la parálisis facial.
- 2016: Pérdida de sensibilidad y movilidad en ambas piernas. Justificada por 3 hernias discales en la zona lumbar.
- 2017: Mareos y vérticos, sobre todo al ciclar en zonas muy técnicas. Justificada por 3 hernias discales en la zona cervical, además del problema en la vista a causa de la parálisis facial.
- 2017: Dolor persistente en el hombro izquierdo, irradiado hacia el antebrazo. Justificada por sobrecarga deportiva.
Al no recuperar la sensibilidad en los pies, junto a una debilidad muscular en las piernas, un traumatólogo me derivó a la sección de neurología, momento en el cual, vinieron las prisas.
Analíticas infinitas, varias resonancias completas con contraste y exploraciones en consulta, junto al historial que presentaba, llevaron al primer diagnóstico:
«– Señor, usted padece Esclerosis Múltiple»