“Este anda más despistado que el Fary en un concierto de Heavy Metal”, es lo que debió pensar más de uno cuando me vio el pasado domingo 19, pero realmente, la Bilbao-Bilbao 2017 ha sido mi 6ª edición consecutiva con la BTT en la Clásica Cicloturista, así que ya sabía dónde me metía.
En anteriores ocasiones he acudido a la masiva cita de Bilbao acompañado de algún otro tarado en bici de montaña, pero en esta edición me había quedado solo. Después de lanzar un llamamiento en Facebook, una pequeña comitiva del S.D Kapildui decidió adoptarme.
El domingo bien temprano y con las calles todavía sin poner, salí de Vitoria en dirección al Gran Bilbao y en contra de todo pronóstico, este año no me perdí y a las 6:55am ya estaba frente al stand donde se repartían los dorsales.
Una vez montado todo el tinglado fui en busca de mi grupeta adoptiva: Rober, Txus e Iñigo, dos liebres carreteros y un jabalí bttro converso.
A diferencia del año pasado, la tanda de las 8:00 estuvo tan masificada que nos vimos obligados a caminar hasta la rotonda de Deusto, donde pudimos encalar y empezar a rodar lentamente.
Los primeros kilómetros adelantamos a bastantes cicloturistas sin forzar mucho la máquina, ya que el sábado salí a probar las ruedas y acabé haciendo 72 kilómetros con unos “caderas de acero” a una media de 27km/h.
Los pasos por las localidades de las Arenas, Getxo y Plentzia son una auténtica gozada. Después de tanta “Llanada Alavesa”, la brisa del mar y el característico olor de los eucaliptos es todo un regalo para los sentidos.
En la bajada de Unbe tuvimos la desgracia de presenciar el primero de los dos accidentes que vimos. No sabemos exactamente lo que ocasionó semejante accidente, pero si nos dio pie para abrir un pequeño debate: Frenos de disco en las flacas, sí o no.
Un estudio interesante sería saber el porcentaje de accidentes que puede prevenir un sistema de frenos de disco frente al de cortes que puede llegar a provocar en caso de caída masiva.
La verdad es que en las curvas de las bajadas más prominentes, el olor a corcho quemado de las zapatas de freno era bastante significativo, al igual que los numerosos reventones producidos en gran medida, por el roce de las zapatas sobre de la cubierta o por el calentamiento excesivo de la llanta (lo digo porque todos ocurrieron al final de una larga bajada).
Entre debates, chistes y comentarios sobre el paisaje, llegamos al avituallamiento del Parque Tecnológico de Zamudio sobre las 11:00
Tres horas para cubrir un tramo de 62 kilómetros y poco desnivel puede parecer mucho, pero hay que tener en cuenta que la salida tan masificada ocasionó muchos parones y aglomeraciones, donde rodar más rápido hubiese podido entrañar un alto riesgo para la enorme procesión ciclista.
Después de comer algo, rellenar botellines y estirar un poco, la curiosa comparsa conformada por Rober, Txus, Iñigo y el menda nos pusimos nuevamente en marcha.
A esta segunda mitad siempre le tengo bastante respeto; no solo porque llevamos ya cierto kilometraje y desnivel en las piernas, sino porque hay que vencer al despiadado Morga.
Una vez que cruzamos la localidad de Mungia, un falso llano nos va cargando las piernas hasta llegar al kilómetro 80, donde deberemos gastar lo que hemos ido guardando.
Pedí a los Kapildui que siguieran a su ritmo, porque en esa subida, una bicicleta doble de 26 pulgadas, por muy vasco que seas, contra bicis de carretera no tiene nada que hacer.
Con más pena que gloria, superé los 10 kilómetros de verticalidad positiva y conseguí coronar el Morga, donde me esperaban mis compis. Después de recuperar el aliento, nos lanzamos cuesta abajo como si no hubiese un mañana.
Otro tramo al que tengo bastante respeto es el de Galdakao hasta Begoña. Pese a que en el gráfico de desnivel aparece una grácil pendiente descendente, a mí, se me hace bastante cuesta arriba.
Sin capacidad física de engancharme a ninguna rueda, la pelea contra el viento en contra fue despiadada, dramática…y porque no admitirlo, penosa. Por suerte, un gel milagroso consiguió lo que las piernas no pudieron hacer.
Exáctamente 5 horas después de haber tomado la salida del Puente de Deusto, entramos como cohetes en Moyua, pero debido a la enorme aglomeración, los arcos de llegada dispuestos a lo largo de la Gran Vía, tuvimos que hacerlos andando.
No me cansaré de alabar y felicitar a la organización de lo que para muchos y muchas es la gran fiesta de la bicicleta. Montar un tinglado de semejante envergadura y de manera tan eficiente, es algo que solamente puede hacerse en Bilbao.
Entre los 8.124 participantes pude verse de todo, sinceramente iba con algo de miedo debido a la polémica que últimamente hay a consecuencia de los frenos de disco y los manillares rectos y esperaba que algún participante me montara algún pollo, pero afortunadamente no fue así.