Después de mucha incertidumbre por los cambios de última hora en el recorrido y una semana de fuertes aguaceros, el pasado domingo 17 de abril, pudimos disfrutar de una marcha btt de lujo, la Badaia Bike Marathon (Álava).
Normalmente, salvo la Cicloturista Bilbao-Bilbao, no solemos iniciar la temporada de marchas BTT hasta mayo, por lo que este año nos hemos visto obligados a variar ligeramente los planes de entrenamiento.
Iniciamos la pretemporada en noviembre, llegando en bastante buena forma a enero, pero no somos el Equipo A y los planes no siempre salen bien. Una serie de viejas lesiones de espalda me dejaron en el dique seco mes y medio, perdiendo el buen estado de forma que había conseguido mantener.
Pese a que Gonzalo de Eskuekin, me dio bastante caña, la recuperación se veía bastante lejana, y con el miedo de echar a perder toda la temporada 2016, volví a entrenar, llegando muy justo de todo a la cita de abril.
Para colmo, en mi Ikastola hay un virus puñetero del cual no me pude escapar, añadiendo a mis piernas dormidas unas décimas de fiebre y una tos perruna bastante puñetera. De hecho, mientras escribo estas líneas, todavía estoy sufriendo el azote del microscópico enemigo.
Con mucha ilusión nos plantamos Josu, Urko y el menda (Jorge sigue lesionado) en Nanclares de la Oca (Álava), población de inicio y final de la prueba, recorrido que conocíamos mayoritariamente después de haber hecho la serie de artículos Desmontando la Badaia Bike Marathon.
Entre los 400 participantes que atravesamos el arco de salida hubo muchas caras conocidas, como por ejemplo toda la tropa de Euskadi en BTT o las Cabras cojas de Dulantzi. Muchos saludos y buen rollito, pero en cuanto dieron las 9 nos liamos a pedalear como si nos fuera la vida en ello.
La primera parte del recorrido (muy bien escogida, por cierto) estaba pensada para estirar el pelotón lo más posible, metiendo una larga cuesta de 10km hasta el alto de Oteros. Durante la ascensión intenté acercarme a varios amigos que no había podido saludar en la línea de salida, pero mi maltrecha espalda no me permitió conseguir el empuje suficiente para alcanzar a Javier Ciriaco y Raúl Esteban, así que tuve que dejarlos escapar.
El tedioso ascenso continuó por la vía de servicio de los eólicos hasta que llegamos al punto más conflictivo del recorrido, el Portillo de Azkarate, un complicado descenso donde toda precaución es poca.
Con más miedo que vergüenza durante el descenso por mi parte, llegamos al avituallamiento apostado en Zuazo de Kuartango, donde aproveché para saludar en condiciones y poner cara a Andy Buenalife, un compañero ciclista con quien solamente había mantenido relación a través de Facebook y Whatsapp.
En el kilómetro 15 ya era consciente de que mi deambular por la Badaia Bike Marathon iba a ser un calvario. A consecuencia de la lesión la fuerza no llegaba a mis piernas en la medida necesaria, así que le animé a mis compañeros a que hicieran su carrera y yo la mía.
Eso es algo que hay que tener siempre en cuenta y hablado antes de empezar, cuando uno va muy bien y otro muy mal, es difícil encontrar un término medio, lo que suele acabar perjudicando a ambos. En estos casos prefiero que cada uno marque su propio ritmo sin condicionar al resto.
El ascenso al Pikatxu era uno a los que más temía, ya que llega a empinarse bastante, superando el +25% en algunos tramos. La cabeza se impuso frente al corazón y cuando la espalda comenzó a sufrir, desmonté y continué caminando.
Durante ese tramo conocí a Sergio, un seguidor y participante activo de Pedales y Zapatillas. Gracias a una animada charla, culminamos el exigente ascenso casi sin darnos cuenta. Es un auténtico placer e inyección de motivación el conocer en persona a gente que participa de las líneas que suelo publicar cada semana.
Una vez arriba volví a montar en la pobre Occam y surgió la oportunidad de soltar algo de estrés en las Sendas de Flaquiturri y la Botella, tres kilómetros de locura, rocas y raíces.
Poco después vino la Senda de Angual y seguido el segundo avituallamiento de la jornada, junto a Hueto Arriba. Me llevé una gran sorpresa ya que allí me volví a encontrar con Urko, quién había perdido a Josu, que iba como un cohete. A partir de ahí fuimos capaces de sincronizar nuestros ritmos de pedaleo y rodamos juntos lo que nos quedaba de Badaia Bike Marathon.
Pudimos disfrutar de un poco más de diversión por la Senda de la Peluquería antes de volver a escalar hasta casi llegar al Armikelo, cumbre que no se toca, pero si se pasa cerca. Suelo ser una persona bastante habladora, pero reconozco que durante el paso por el alto de Undagana no fui un gran conversador, ya que hubo momentos en los que pensé que me tendría que retirar.
«Cuando cada pedalada en cuesta se convierte en una descarga eléctrica del nervio ciático, te hace plantearte muchas cosas…»
Por suerte estamos acostumbrados a sufrir y aguantar una cantidad moderada de dolor, así que culminé con éxito esta tercera escalada del día, cubriendo la mitad del recorrido. La recompensa vino en forma de un single track ampliamente conocido por los biker más endureros de la zona, Senda de Geni.
Hasta ahora habíamos ido superando los cortes de tiempo ampliamente, pero poco antes de llegar a Legarda, unos biker nos comentaron que no creian que fueran a llegar al tercero de los cortes, el de Hueto Arriba (46km //15:15).
Miré el reloj del GPS y me entró la duda sobre si había cambiado o no la hora de verano, por lo que me comencé a agobiar. Subimos bastante el ritmo para llegar dentro del tiempo establecido, porque si tenía mal la hora, teníamos escasos 25 minutos para recorrer los 10 kilómetros que nos separaba de la angustiosa derrota.
Urko estaba agotado y quería parar a tomar un gel o comer algo, pero estaba yo tan agobiado que lo arrastré hasta que llegamos al avituallamiento sin parar. Una vez allí, lo primero que pregunté fue por la hora y cuando me confirmaron que eran las 13:55 y no las 14:55…me tuve que disculpar con Urko por la soba que le había dado. El punto positivo es que íbamos 1h 25m por debajo del tiempo máximo.
Viendo que le habíamos ganado al crono bastante tiempo, descansamos, comimos, estiramos, hicimos bromas y charlamos con la gente. Con las fuerzas ya renovadas fuimos a por el último tramo de la Badaia Bike Marathon, el cual no se iba a vender tan fácilmente.
Disfrutamos como niños en la Senda Mendoza, un descenso que transcurre por las planchas de piedra que caracterizan a la Sierra de Badaia.
En el kilómetro 53 entramos en los dominios del Jardín Botánico de Sta Catalina y un kilómetro después repusimos líquido en el cuarto de los avituallamientos. En ese punto volvimos a juntarnos con Andy Buenalife y el resto de la cuadrilla.
La subida por el botánico se me hizo muy dura, ya que tiene unos desniveles bastante altos, viéndome obligado a descabalgar de nuevo en el último tramo.
Para este momento ya tenía una tos bastante fuerte, lo que sumaba un poco más a la frustración que ya arrastraba por la lesión.
Una vez salimos del Botánico, enlazamos las Sendas de Villodas, Árbol seco y la de la cárcel, llegando a meta con un tiempo final de 7h 12min, 48min por debajo del corte y 1h y 22 minutos más que Josu. Puede parecer mucho tiempo para una prueba que apenas llega a los 63km y 2200m de desnivel positivo, pero los casi 100 retirados verifican que no fue un paseo de rosas.
Ya lo hemos hecho en privado, pero desde Pedales y Zapatillas quisiera dar publicamente la más sincera enhorabuena a Vibike y Pro Evasion Bike por haber organizado una marcha de esta índole y de manera tan eficiente.
En la prueba tuvimos 4 avituallamientos y otro al finalizar muy bien surtidos y con puntos de asistencia mecánica en cada uno de ellos, personal en cada uno de los cruces o puntos conflictivos.
El recorrido sufrió varios hachazos respecto al original, pero al final quedó bastante bien y equilibrado y cada tramo cumplió con la función para la cual fue pensado: estirar el pelotón, dar disfrute después del sufrimiento, estirar piernas y colocar puntos de acceso a la asistencia o retirados.
El marcaje se realizó con material biodegradable y unos biker se encargaron de ir por detrás de la marcha recogiéndolo, junto a los pocos restos dejados por el inmenso pelotón, volviendo a quedar la Sierra de Badaia como si no hubiese pasado nada.
Pese a ser la prueba mejor organizada de todas en las que he estado, el factor por el cual merecen mi mayor agradecimiento y felicitación es el humano. El esfuerzo, la ilusión y las ganas, transformadas en un contagioso buen humor, nos hicieron terminar a todos los participantes de esta primera edición de la Badaia Bike Marathon con una enorme sonrisa en la cara y un grato recuerdo. Gracias y nos vemos en la próxima edición!